domingo, 19 de enero de 2014


¡AQUÍ ESTOY, SEÑOR, PARA HACER TU VOLUNTAD!


Ha transcurrido más de la mitad de este mes y de pronto muchos hemos iniciado el 2014 poniendo en práctica todo aquello que nos propusimos como metas para este año, por ejemplo, comenzamos una dieta, estamos haciendo más ejercicio, dejamos de fumar, estamos tratando de conseguir un mejor trabajo, queremos comprar un apartamento, un carro, viajar más, estudiar…y bueno, infinidad de cosas. En mi caso, quiero referirme,  a las metas espirituales.

Realmente tomamos un tiempo de nuestra vida para hacer propósitos como; este año voy a dejar atrás el rencor, voy a perdonar a esta o aquella persona que me hirió, que me hizo daño, voy a limpiar mi corazón de pecados, recuerdos, odios, voy a dejar de juzgar, de criticar a mi hermano, esposo(a), amigos, compañeros de trabajo, a mi jefe, voy a dejar el mal genio, el orgullo, la soberbia, la pereza, voy a orar, voy a proponerme ser más paciente y misericordioso con los demás, voy a manejar mejor mi tiempo para poder asistir a la Eucaristía, recurrir al Sacramento de la Confesión, voy a visitar a Jesús Sacramentado con más frecuencia, o voy a interesarme por leer las Sagradas Escrituras, hacer alabanza y esforzarme por entender la palabra o lo que Dios me dice y ponerlo en práctica… Voy a  dar lo mejor de mí y esforzarme por alcanzar la ¿Santidad?

Si hicimos alguno o algunos de estos propósitos espirituales, considero que este último es el más importante, porque incluye a los demás. Sin embargo, algunos pensarán que alcanzar la santidad es imposible, y hasta podamos llegar a afirmar: “eso de la santidad es para los curas, las monjas, obviamente los Papas,” pero ¿una persona común y corriente, digamos un profesional, con una familia, hijos, que trabaja, estudia, viaja, hace deporte, se enferma,que es pecador y demás, esta persona puede llegar a ser santa? La respuesta es sí. Cualquiera de nosotros, tú, yo o algunos o todos los que están leyendo este blog, podemos llegar a ser santos. Es más, si hemos sido bautizados por la Iglesia Católica, este es el primer paso para la santidad. “En Cristo Dios nos eligió antes de que creara el mundo, para estar en su presencia santos y sin mancha”. (Efesios Cap. 1 Ver.4).

Y, es que definitivamente, la santidad empieza por nuestra propia casa, no olvidemos que “La obra más importante que hagamos en esta vida, será la que realicemos dentro de las paredes de nuestro propio hogar”.Dios nos llama en cada momento a la santidad, a disponer nuestro corazón, y a convertirlo en un corazón manso y humilde porque allí puede trabajar el Señor, en la sencillez y en  el silencio podemos escucharlo. Debemos en nuestra cotidianidad, tener pureza de pensamiento y de obra, no dar rienda suelta a las tentaciones, purificar nuestros pensamientos.

Es esencial pedir al Todopoderoso que nos libere de cualquier inequidad, atadura o pecado que manche nuestra alma y nuestro espíritu y que debilite nuestra voluntad. Y es que no hay hombres buenos o malos, no, lo que  hay son acciones buenas y malas. Además, las cosas no son malas porque Dios ha querido que sean pecados. Es exactamente lo contrario, precisamente porque son malas y destruyen nuestra felicidad, son pecados que Nuestro Señor quiere y puede quitar de nuestro corazón. Así dice el Señor a través de su palabra; “Procuren estar en paz con todos y progresen en la santidad, pues sin ella nadie verá al Señor”.  (Hebreos 12, Cap. 14).

No olvidemos pedir siempre el Don de la Sabiduría, es la única forma de entender el plan que el Señor tiene para nuestra vida. Es la única manera de poder hacer su voluntad y no la nuestra. Muchas veces nos volvemos tercos y obstinados queriendo que las cosas o que la realidad que vivimos cambie su rumbo, pero no somos capaces de escuchar a Dios y lo que Él realmente quiere para nuestra existencia.

Si hacemos silencio en nuestro interior para escucharlo, si trabajamos también en nuestro espíritu, si nos alimentamos con su Cuerpo y su Sangre (Eucaristía), si dedicamos  tiempo a la oración (oración personal, Santo Rosario, Adoración al Santísimo, lectura y práctica de la palabra de Dios, servicio a los demás, obras de misericordia, mortificación, entre otras) si cumplimos y somos fieles a los Sacramentos, estaremos dando pasos grandes hacia la santidad. En algunos casos nos quedamos con una espiritualidad, con una fe y con una religiosidad de niños, porque a través de la vida no nos preocupamos por avanzar, por conocer, por estudiar, por poner en práctica, crecer y ser conscientes de que no somos solo cuerpo, sino que también, somos espíritu. “Que él se digne según la riqueza de su gloria, fortalecer en ustedes, por su Espíritu, al hombre interior. Que Cristo habite en sus corazones por la fe, que estén arraigados en el amor y en él puedan edificarse”. (Efesios Cap. 3 Vers. 16-18).

 Que bueno poder exclamar ! SEÑOR QUE SE HAGA TÚ VOLUNTAD, NO LA MÍA!