Ora más,
preocúpate menos
Ya pasó casi un mes desde
que escribí el blog relacionado con la Resurrección del Señor. Estas semanas
han sido de mucha oración. Discernimiento, paciencia y perseverancia. No es
fácil, lo confieso. Son circunstancias muy duras por las que estoy pasando pero
aunque falten las fuerzas humanas, clamo al Todopoderoso a través de la oración
y llega la esperanza, la paz, la templanza y sobre todo la confianza en que
cada día será mejor. Es por esta razón que escogí el tema de la oración para
este escrito.
He descubierto que no hay
trucos, hay voluntad para poder permanecer en continua oración. Y se me vienen
a la mente las virtudes, sí, tanto las Teologales, como son la Fe, la Esperanza
y la Caridad, que nos conectan directamente con Dios. Y están las otras, las
virtudes Cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza. Estas son las
que nos corresponden como humanos ejercitarlas, trabajarlas, para poder radicarlas
en nuestro actuar, en toda nuestra existencia. Y, son demasiado importantes,
pero muchas veces no las anclamos, no las conservamos ni se las revelamos a
nuestros hijos por ejemplo. Y de estas virtudes
dependen muchas cosas como los valores, para convertirnos en seres
humanos con cimientos sólidos como vivir en la verdad y poder descubrir el
tesoro de la oración.
Escuchaba una prédica hace
unos días de un sacerdote cercano y al final nos preguntaba:¿Cuánto estas
dispuesto a dar al Señor? ¿Cuántos sacrificios estas dispuesto a hacer por Él,
cuánto tiempo dedicas a su encuentro? Muchas veces no hacemos absolutamente
nada, ni siquiera asistir a una Eucaristía. Tampoco muchas veces somos capaces
de dedicarle cinco minutos diarios de nuestra vida… Porque a Dios lo hemos
sacado de nuestra existencia, lo hemos apartado o simplemente no importa. O
porque lo tenemos como amuleto de la buena suerte para resolver nuestros
problemas o afanes.
Para orar sin medida, sin
cansancio, para lograr tener esa conversación con Dios y poder escuchar su
mensaje, también es importante abrir nuestro corazón, estar dispuestos y sobre
todo tener el Don de la Fe bien arraigado, que no se lo lleve el viento y
resultemos creyentes tibios, solo esperando los favores de la oración y no
dando nada de nosotros mismos.
Otro sacerdote también
escribió acerca de la oración lo siguiente:
“La oración es necesaria, vital, porque si
no oramos, pereceremos.
La oración es el motor que nos impulsa a dejar
al mundo, a dejar el pecado.
La oración oxigena nuestro espíritu llevándonos
a un proceso de conversión perfecta y transformante de nuestras vidas.
La oración levanta nuestro espíritu cuando nos
sentimos caídos, tentados, asediados por satanás y sus secuaces.
Repitan jaculatorias todos los días y tendrán
ocupada la mente y llena de Dios”.
Y nuestra existencia
muchas veces transcurre en las carreras cotidianas y los afanes del mundo,
pensando que todo es más importante y superior que el mismo Señor, el Rey de
Reyes, quien nos creó. Y que simplemente Él puede esperar para cuando nos
desocupemos o tengamos tiempo… Valdría preguntarnos entonces, ¿El Señor es el
centro de mi vida? ¿Cómo cumplo su voluntad? ¿Siento que Dios me acompaña en
cada momento o solo pienso que está allá arriba bien lejos y que de repente me
puede oír? ¿Cómo es mi relación ¿de hijo a Padre? o ¿de un ser desconocido del
que me hablan pero que en realidad no conozco?.
Sobre la oración existen tratados
enteros, libros especializados en el tema, yo solo quiero contar mi experiencia
de vida y lo que logra en mí la oración. Inicié recientemente un encuentro
personal de oración en un pequeño cuarto de mi apartamento al que llamo
oratorio. No es fácil dedicar especialmente en las primeras horas de la mañana
un dialogo directo con el Señor. Es toda una decisión y una constante. Es
decirle al Señor: aquí estoy, vengo a saludarte, a contarte esto, a decirte qué
siento en mi corazón, qué me aconsejas. Hoy es un día especial por estas
razones, etc. etc. También es una disciplina. Todo por Amor. Y recordé aquel
versículo de las Sagradas Escrituras: “Pero tú, cuando reces, entra en tu pieza,
cierra la puerta y ora a tu Padre que está allí, a solas contigo. Y tu Padre,
que ve en lo secreto, te premiará” (Mateo Cap. 6 vers. 6).
Nunca lo hacía, solo el
rezo del Santo Rosario es lo acostumbrado en el oratorio. Pero es maravilloso
poder dialogar con tu Padre en tu morada, todos los días. Hay infinidad de
clases de oración por supuesto. La de la mañana también para encomendar el día,
la de bendecir los alimentos, la oración que haces frente a Jesús Sacramentado.
Esta para mí es una oración más de contemplación, de corazón a corazón, de
absoluta entrega en Fe. De sanación perfecta.
La madre Angélica, quien
tiene un programa de televisión en WTN, algún día explicaba que esta oración,
la que se hace visitando el Sagrario, es la más efectiva para curar los corazones.
Es el médico perfecto a quien puede uno encontrar allí. Es esta oración frente
al Santísimo, la única que puede sanar las heridas más grandes o las penas más
duras guardadas en el corazón. Es entregarse al Señor totalmente, dejarse mirar
y tocar por Él.
La oración de súplica. La
de acción de gracias y la oración de intercesión por los demás también son
otras clases de oración. Y lo encontramos en el Evangelio: “Reconozcan sus pecados unos ante
otros y recen unos por otros para que sean sanados. La súplica del justo tiene
mucho poder con tal de que sea perseverante: Elías era hombre y mortal como
nosotros, pero cuando rogó insistentemente para que no lloviese en el país, no
llovió durante tres años y medio; después oró de nuevo y el cielo dio lluvia”. (Santiago
Cap. 5 vers. 16-18).
El encuentro que tenemos es
pleno en la Sagrada Eucaristía. Muchas personas además de vivir la celebración
al comer y beber el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, también dedican
al estar en la casa del Padre, momentos de oración personalizada, gran regalo
de Dios. Profundizar en la palabra, asimilar, buscar qué me dice el Señor.
“En verdad les digo: si tienen tanta Fe como para no vacilar, ustedes harán mucho
más que secar una higuera. Ustedes dirán a ese cerro: ¡Quítate de ahí y échate
al mar!, y así sucederá. Todo lo que pidan en la oración, con tal de que crean,
lo recibirán” (Mateo Cap. 21 Vers 21-22).
Y ya para terminar, la
oración solo nos deja paz. Tranquilidad. Gozo en el Señor. Nos da respuestas, nos llena de Amor. Es solo
tomar la decisión de lo que realmente es importante en mi vida. Oremos para que
el encuentro con nuestro amado Padre y la Santísima Virgen se conviertan en lo
más importante de nuestra existencia, por encima de todo y de todos.
“EL MEJOR CONSUELO ES EL QUE VIENE DE LA ORACIÓN”.
(San Pío de Pieltrecina).