sábado, 29 de junio de 2013


 
¿QUÉ CORAZÓN TE ENTREGUÉ?


En medio de mi poco conocimiento como católica, me imaginé, que hasta aquí había hecho mi labor y que Nuestro Señor ya se encargaría de arreglarlo todo, por lo menos lo que yo estaba necesitando. Una noche tratando de encontrar una película que me atrapara, la que hizo de las suyas fue la madre Angélica, la del canal WTN, quien en el preciso momento en que yo la tenía al frente, su predicación hablaba sobre las heridas profundas que tenemos en nuestro corazón.
Esto me hizo reflexionar sobre qué clase de corazón le había entregado a Dios, y entonces decidí abrir la puerta de mi corazón y mirar hacia adentro. Y ¿qué fue lo que encontré? Primero, que esta puerta casi no se deja abrir, no fue fácil ya que era demasiado fuerte, parecía que tuviera varias cerraduras y unas más selladas que otras. Pero como ya no estaba sola, sino estaba acompañada con la amada Virgen María y Jesús, entonces las cosas fueron más fáciles.
 
 
Lo primero que hice para poder introducir la primera llave y abrir, fue colocarme la armadura de Dios, utilizar las herramientas espirituales para poder lograrlo. Inicié con el Santo Rosario, encontré la dulzura del rostro de María, su sonrisa era más amplia cada vez que yo oraba la coronilla, las decenas y le enviaba un mensaje y una rosa.
Otra constante fue la oración; de agradecimiento al Padre, la Santa eucaristía; donde me alimentaba sólo de él para poder entenderlo, para poder reconocerlo, oírlo, palparlo. La adoración a Jesús sacramentado; iba a adorarlo para poder entablar un diálogo directo, frente a frente, sin que ninguno de los dos pudiera escaparse y allí en el silencio y la contemplación, poder escuchar su voz susurrando a mis oídos. Finalmente, puse en práctica el Sacramento de la Reconciliación; inicié mi confesión de manera más constante.  (Más adelante describiré una a una estas herramientas de blindaje espiritual y su adicción).
Sólo de esta manera puedes descubrir que tiene realmente tu corazón guardado, no hay otra forma de hacerlo. Pude ver grandes heridas aún sin cicatrizar, una muy muy profunda, heridas del pasado sin cerrar de forma correcta, tentaciones de pecado, falta de perdón, soberbia, prepotencia, orgullo, vanidades, ataduras, apegos, impurezas  y mucho más, por estas y otras razones mi corazón estaba tan duro de abrir, estaba como una roca, me atrevería a decir que estaba rígido como un mármol, ¡que dureza tan grande!
¿Sabes cómo se encuentra tu corazón? Te invito a que lo examines ¡ dedícale tiempo!.

miércoles, 26 de junio de 2013

EL DÍA QUE TE ENTREGUÉ MI CORAZÓN, SEÑOR…




Hace tres años sentí que me arrancaron el corazón, no logro describir el dolor, tal vez lo pueda comparar con las espinas de una corona que te colocan en tu cabeza hasta hacerte sangrar y van puyando poco a poco y cada instante el dolor aumenta más, más y más… las lágrimas son el único escape, días, semanas, meses y no paras de llorar, el dolor continúa y tampoco logras encontrar una respuesta que te convenza según tus pensamientos humanos, según la sociedad, según el mundo.

Llorar cansa y agota, es verdad, pero también sana y libera. Una noche, luego de llevar mi vida cotidiana; trabajo, deberes como madre, hija, etc. y seguir llorando, mi voz se quebrantó,  y me  arrodillé, me postré ante el Señor mi Dios y le dije, casi que le grité: ¡por qué yo Señor! Por qué a mí Señor? Qué hice, qué hice para merecer esto?

Sentada frente al computador, iniciando este blog y luego de conversar sobre el tema de escribir o no, con un par de amigos del alma, de muchas batallas y faenas juntos, también periodistas, decidí contarles a todos ustedes, a través de este medio, lo que Dios y la Virgen María me han enseñado desde aquella noche en que mis fuerzas se agotaron, cuando no pude encontrar respuestas por mí misma y caí rendida a sus pies…diciendo, sólo tú Señor, sólo tú, sólo tú puedes rescatarme, hoy quiero, más que nada en el mundo: Entregarte mi Corazón!!!