¡ALEGRÉMONOS! NACIÓ EL AMOR…
El nacimiento de
Jesús tiene un verdadero sentido para todos aquellos que con austeridad, de
alma y cuerpo, vivimos la espera (época de adviento), nos alegramos del
nacimiento y seguimos con el corazón e históricamente, la vida de aquel hombre
que se hizo igual a cada uno de nosotros y que asumió la dinámica humana, para
darnos ejemplo del verdadero poder del “Amor”. Y es que Nuestro Señor fue bebé,
niño, adolescente y adulto, vivió y fue educado en una familia, la familia de Nazaret.
Al contemplarlo recién nacido, nos dice claramente: que Él vino pobre para
mostrarnos que no debemos apegarnos a las cosas pasajeras, materiales; que vino
desnudo para sugerirnos que debemos vivir libres de esclavitudes. Nació en la
sencillez y en la humildad para que no alimentemos sentimientos de orgullo,
odio o soberbia. Y, que vino indefenso para enseñarnos que no debemos ser
violentos sino pacíficos. Finalmente, nació en silencio, para que rechacemos la ostentación y
los aplausos.
Muchas veces,
asumimos esta realidad, como si tan solo fuera un cuento o una historia
imaginaria. Este fue el más claro modelo de una familia y toda la responsabilidad
que ésta genera a su interior, cuando decidimos crearla. Una familia donde el
amor desbordó en sabiduría. “Las
mujeres deben ser dóciles a sus maridos, pues el Señor así lo quiere. Los
maridos deben amar a sus mujeres y no tratarlas con dureza. Los hijos deben
obedecer a sus padres en todo, porque es cosa agradable al Señor. Padres, no
deben tratar mal a sus hijos, para que no se vuelvan apocados”. (Colosenses
Cap. 3 Vers. 18-21). Época de unión familiar, alegría, de calor de hogar, de
perdón de reconciliación. Recordemos siempre lo que dice el Señor:” ¡Hijos,
óiganme, les habla su padre! Sigan mis consejos y se salvarán. Porque el Señor
quiso que los hijos respetaran a su padre, estableció la autoridad de la madre
sobre sus hijos. El que respeta a su padre obtiene el perdón de sus pecados; el
que honra a su madre se prepara un tesoro”. (Siracides Cap. 3 Ver 1-5).
También podríamos afirmar que este tiempo es
dado a la reflexión, a raíz del nacimiento del Salvador y la culminación de un
año. Desde el regalo de la fe, es
importante que seamos conscientes de la presencia de Nuestro Señor en nuestra
vida, en nuestra historia. Debemos preguntarnos abiertamente ¿Reconozco a un
Dios que me libera todos los días, que me bendice, que me perdona, que está en
mi corazón, en mi mente y en mi cuerpo, que camina junto a mí, dentro de mí,
que me acompaña, me fortalece, me ilumina, guía, que me cuida en la salud, en
la enfermedad, en lo mucho y en lo poco, lo escucho, siento su presencia, es mi eje, mi fortaleza? Tantos interrogantes…
Y es que definitivamente
la luz de Dios, disipa la oscuridad, la oscuridad del mundo, el que muchas veces
nos hace ver el mal como bien o las cosas buenas como malas como por ejemplo;
los valores alterados, la fe perdida, el egoísmo; donde filosofías y ciencias
nos hablan de buscar primero nuestra propia felicidad a cualquier precio, sin
importar qué, quién o quienes se sacrifiquen. Muchas veces nos dejamos guiar por
lo que predomina y se vuelve común en la sociedad, en nuestro entorno y resultamos
aprobando o formando parte de lo mismo. Finalmente nos volvemos tan ciegos que
no reconocemos a un Ser Supremo en nuestra vida, y actuamos como si nuestros logros fueran proporcionados por nuestras
propias fuerzas, procedentes del mundo. “No amen al mundo ni lo que hay en el
mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Pues de toda la
corriente del mundo, la codicia del hombre carnal, los ojos siempre ávidos y la
arrogancia de los ricos, nada viene del Padre sino del mundo. Pasa el mundo con
todas sus codicias, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.
(1-Juan Cap. 2 Vers.15-17).
La Fe abre nuestro corazón y nuestra mente,
para reconocer y saber dónde está Dios; si a través de su palabra, en nuestro
esposo (a), nuestros hijos, padres, familiares, amigos, en el prójimo o en los
sacramentos, donde tenemos un verdadero encuentro con el amado. Que interesante
ejercicio evaluar nuestra vida, nuestra
vida espiritual, y al final poder exclamar lo que dijo algún día la mística
francesa Marta Robín (fundadora de los Foyer de Charité en el mundo). “Oh Jesús Mi luz, mi amor y mi vida., haz
que sólo te conozca a Ti, ame sólo a Ti, viva sólo de Ti, contigo, en Ti... y
sólo para Ti".
Amén.