domingo, 15 de diciembre de 2013

SÉ  MI LUZ, ¡ENCIENDE MI ALMA!


Señor Jesús hoy quiero contarte que por estos días escucho mucho ruido exterior que no me deja pensar en Ti, hay muchas luces que no me dejan verte, hay muchas distracciones que no me dejan ponerte cuidado, hay tantas carreras y afanes que no me permiten mirarte y lo que es peor no tengo tiempo ni para mí y mucho menos para oír mi corazón. Si tan solo pudiéramos hacer silencio dentro de nuestro interior para escucharte cuando nos hablas, para permitirte entrar en nuestras vidas, todo sería diferente. Tú eres el único que puede liberarnos de cualquier pecado, de alguna atadura, de una enfermedad, preocupación, problema o de cualquier situación o circunstancia por la que estemos pasando, solo tú Señor puedes curarnos, puedes sanarnos, puedes transformarnos. Hay una sola cosa que debemos hacer “Creer”. Nuestro Señor es la luz del mundo, Él es real. Debemos dar gracias además, por el don de la Fe. “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá luz y vida”. (Juan Cap. 8 Ver 12).

Cuando digo la palabra luz, pienso en la virtud de la esperanza y la esperanza se fundamenta en la fe. Ahora bien, la falta de esperanza y la falta de confianza en lo que Dios pueda o no hacer en nuestras vidas y en lo que nosotros podamos hacer  con su ayuda, trae como consecuencia que nuestro corazón se cierre. Mientras que la fe hace que me adhiera a la verdad transmitida por las Sagradas Escrituras, donde la bondad de ese Ser Supremo es absoluta, lo mismo que su misericordia y fidelidad a sus promesas. La fe definitivamente es la raíz de nuestra salud y liberación; de ella nace todo un proceso de vida, un estilo de vida, guiado por el Señor y la amada Virgen María. Recordemos lo que dice en la carta a los Hebreos “La fe es como aferrarse a lo que se espera, es la certeza de cosas que no se pueden ver”. Y lo que dijo el Señor a sus discípulos y nos dice a nosotros: “En verdad les digo: si tuvieran fe, del tamaño de un granito de mostaza, le dirían a este cerro: quítate de ahí y ponte más allá, y el cerro obedecería. Nada sería imposible para ustedes. (Mateo Cap. 18 Ver 20-21).

Así mismo, la esperanza nos cura del miedo y el desaliento, dilata el corazón y permite que el amor se expanda, por ende la luz del Señor entra y nos invade. Qué hermosa es la esperanza, nos da confianza, paciencia, espera, fortaleza para no desfallecer en el camino elegido, humildad de corazón y pobreza de espíritu, para abrir la puerta a los tesoros que alimentan el alma.Al mismo tiempo nos sentimos seguros incluso en las tribulaciones, sabiendo que la prueba ejercita la paciencia, que la paciencia nos hace madurar y que la madurez aviva la esperanza, la cual no quedará frustrada, pues ya se nos ha dado el Espíritu Santo, y por él el amor de Dios se va derramando en nuestros corazones”. (Romanos Cap. 5 Ver. 3-5).

El adviento viene de la palabra latina “adventus”que significa “venida”. Y en la liturgia hemos escuchado repetidas veces por estos días, que estamos en la época de adviento, o sea, esperando la llegada de Nuestro Señor, del Mesías. Yo me preguntaba ¿cómo me estoy preparando para cuando Él llegue? y encontré varias respuestas: Con una fe absoluta y total confianza que el Señor cumplirá sus promesas. Si permito que Él tome mi vida y la gobierne, convencida de que estaré en las mejores manos y nunca seré defraudada. También, dejándome guiar para que transforme mi corazón duro e insensible en uno amoroso, humilde, compasivo y generoso. Permitiendo que Dios actúe a través de mis acciones, que administre mis planes y que yo pueda soñar con sus sueños.

Es época de Navidad, de alegría, regocijo, pero también es tiempo de cambio, de reflexión, de mirar hacia adentro, de escucharnos a nosotros mismos. Es el momento de actuar y dejar los oídos sordos, los ojos ciegos y las manos quietas, y decirle Sí, al Señor. Te acepto en mi vida, te permito que seas mi luz, mi sendero mi guía. Sin ti nada valgo, nada soy. Ni las más grandes teorías, ciencias o filosofías han podido negarte. Somos seres absolutamente incompletos sino aceptamos que existes, que eres el  ¡Todopoderoso!


No hay comentarios.:

Publicar un comentario