¡LO MÁS GRANDE, LO MÁS HERMOSO…JESÚS EUCARISTÍA!
Escribir sobre Nuestro
Señor presente en la
Sagrada Eucaristía me llena de gozo, de alegría. Día tras día
de mi existencia he aprendido a entender, valorar y sentir realmente más a Jesús
en este Sacramento. Aún recuerdo cuando era niña y mamá nos llevaba a
mis hermanos y a mí a la celebración de la Santa Misa los domingos.
Ya entraba a la adolescencia y veía como mis amigos del barrio encontraban este
lugar perfecto para coquetear o cruzar miradas en la puerta de la iglesia.
Inocentes recuerdos… me sentía feliz.
Tomaba de la mano a mi madre y la guiaba al lado del coro; guitarras y
panderetas acompañaban la celebración y
me perdía entre las notas y palabras, alzando mis brazos y cantando al
Señor. Siempre he amado la
Eucaristía.
Pero nunca imaginé que correría a diario para llegar a
tiempo a la celebración de una Santa Misa. Es como si tuviera una cita con el
“Amado” y no quiero perderme ni un
segundo de ese tiempo tan especial para verlo, alabarlo, para decirle: aquí
estoy,” te amo” y por supuesto para recibir su Cuerpo y su Sangre que me
fortalecen, me renuevan, me borran temores, me liberan, me sanan y me llenan de
su presencia, de un Amor infinito.
Mi hijo Pablo hizo la Primera Comunión
hace un año y vi en su mirada ese Misterio y esa alegría que le causó recibir
por primera vez a Nuestro Señor. Creo que su corta edad se dividió en dos al
vivir este Sacramento. Desde ese entonces no solo los domingos tiene ese
encuentro con el Todopoderoso: durante la semana también vamos juntos a la Santa Misa y salimos
llenos de gozo en el corazón.
Pero ¿qué es la Sagrada Eucaristía ?
Es un Sacramento en el cual está Jesús, vivo y verdadero, bajo las especies del
pan y el vino. En el momento en que el Sacerdote pronuncia las palabras de la Consagración se hace
presente Jesucristo. Y además se ofrece a Dios,
por nosotros: por esta razón es Sacramento y Sacrificio. Esta
transformación se conoce con el nombre
de transubstanciación. Trans que significa cambio. La transubstanciación
significa cambio de sustancia.
El Sacerdote Consagra
estas especies. Antes es pan y después de la Consagración se ve
como pan pero en realidad es Jesús, su cuerpo. El vino ya no es vino, es la Sangre de Cristo. En las
Sagradas Escrituras El Señor nos hace un llamado sobre este gran milagro: “En
verdad les digo que si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su
sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre vive
de vida eterna, y yo lo resucitaré el último día.
Mi carne es verdadera comida y mi sangre es
verdadera bebida”. (San Juan
Cap. 6, Vers.53-55).
Deseo compartirles la vida y la obra de Marthe Robbin, (Francesa,
fundadora de los Foyers de Charité).
Vivió 50 años de su existencia recibiendo únicamente el cuerpo de Nuestro
Señor, la
Eucaristía. Aparte de la oración y una profunda unión con
Dios, no se alimentó absolutamente de nada más.
De esta manera creó esta maravillosa obra por todo el mundo: Los
Foyers de Charité, que son Centros de Vida Cristiana, casas de retiros
espirituales, formados por comunidades de laicos, hombres y mujeres, casados y
solteros, consagrados al servicio de Dios, de por vida, dirigidos por un
sacerdote, “el Padre” del Foyer (que puede ser diocesano o religioso) dedicado
también en forma permanente y definitiva al servicio del Foyer.
La espiritualidad de los
Foyers está profundamente centrada en el Misterio de la Eucaristía , en la Adoración. Y en el misterio de la Maternidad de María, Madre
de la Iglesia. Esta
experiencia de Marthe Robbin es de gran impacto para mi vida. Es donde puedo
ratificar la grandeza de la
Eucaristía y no solo por la presencia real del Señor y su
sacrificio, también por el mismo Sacramento. Un Sacramento es un signo
sensible, instituido por Jesús, que da la Gracia al alma. Y la Gracia (tema del anterior
blog) es un Don maravilloso de Dios que hace brillar nuestra alma con la luz
del Todopoderoso.
Cuando recibimos el cuerpo y
la sangre de Nuestro señor, recibimos también su alma, su espíritu, su
divinidad, la grandeza de su Amor. “El que come mi carne y bebe mi sangre
permanece en mí y yo en él”. (San Juan Cap. 6. Vers. 56).
Cuántas cosas no pasan en la
celebración de la Santa
Eucaristía cuando se vive a conciencia…es como asistir a la
más grande de todas las celebraciones. Es una manifestación sublime del amor de
Dios hacia nosotros. Debemos disponer el corazón, los sentidos, contar con el
tiempo suficiente y entender que es un hermoso regalo que nos da el Señor. Los
más beneficiados somos nosotros mismos: alimentamos nuestra alma, nuestro
cuerpo, nuestro espíritu. Podemos escuchar a Dios a través del Evangelio, de la
Homilía. Ver el ejemplo de Jesús y sus
enseñanzas. Y lo más importante: guardarlo en nuestro corazón y practicarlo en
la vida diaria.
Quiero terminar esta
reflexión sobre la Santa
Eucaristía con un aparte del Catecismo de la Iglesia Católica sobre
este tema: “Nuestro Salvador, en la última cena, instituyó el sacrificio
eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por lo siglos, hasta que
vuelva, el sacrificio de la cruz y confiar así a su esposa amada, la Iglesia , el memorial de su
muerte y su resurrección. Sacramento de piedad, signo de unidad, vinculo de
amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia
y se nos da una prenda de la gloria futura”(cap. 1323-1409).
Yo me pregunto: ¿si alimentamos nuestro
cuerpo diariamente para estar vivos y fuertes, por qué dejamos de alimentar el
alma diariamente si sabemos que es eterna? ¡Eucaristía, alimento para el alma!