domingo, 24 de agosto de 2014


¡LO MÁS GRANDE, LO MÁS HERMOSO…JESÚS EUCARISTÍA!




Escribir sobre Nuestro Señor presente en la Sagrada Eucaristía me llena de gozo, de alegría. Día tras día de mi existencia he aprendido a entender, valorar y sentir realmente  más a Jesús  en este Sacramento. Aún recuerdo cuando era niña y mamá nos llevaba a mis hermanos y a mí a la celebración de la Santa Misa los domingos. Ya entraba a la adolescencia y veía como mis amigos del barrio encontraban este lugar perfecto para coquetear o cruzar miradas en la puerta de la iglesia. Inocentes recuerdos… me sentía feliz.  Tomaba de la mano a mi madre y la guiaba al lado del coro; guitarras y panderetas acompañaban la celebración y  me perdía entre las notas y palabras, alzando mis brazos y cantando al Señor. Siempre he amado la Eucaristía.

Pero nunca  imaginé que correría a diario para llegar a tiempo a la celebración de una Santa Misa. Es como si tuviera una cita con el “Amado” y no  quiero perderme ni un segundo de ese tiempo tan especial para verlo, alabarlo, para decirle: aquí estoy,” te amo” y por supuesto para recibir su Cuerpo y su Sangre que me fortalecen, me renuevan, me borran temores, me liberan, me sanan y me llenan de su presencia, de un Amor infinito.

 Mi hijo Pablo hizo la Primera Comunión hace un año y vi en su mirada ese Misterio y esa alegría que le causó recibir por primera vez a Nuestro Señor. Creo que su corta edad se dividió en dos al vivir este Sacramento. Desde ese entonces no solo los domingos tiene ese encuentro con el Todopoderoso: durante la semana también vamos juntos a la Santa Misa y salimos llenos de gozo en el corazón.

Pero ¿qué es la Sagrada Eucaristía? Es un Sacramento en el cual está Jesús, vivo y verdadero, bajo las especies del pan y el vino. En el momento en que el Sacerdote pronuncia las palabras de la Consagración se hace presente Jesucristo. Y además se ofrece a Dios,  por nosotros: por esta razón es Sacramento y Sacrificio. Esta transformación  se conoce con el nombre de transubstanciación. Trans que significa cambio. La transubstanciación significa cambio de sustancia.

El Sacerdote Consagra estas especies. Antes es pan y después de la Consagración se ve como pan pero en realidad es Jesús, su cuerpo. El vino ya no es vino, es la Sangre de Cristo. En las Sagradas Escrituras El Señor nos hace un llamado sobre este gran milagro: “En verdad les digo que si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre vive de vida eterna, y yo lo resucitaré el último día.

Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”. (San Juan Cap. 6, Vers.53-55).

Deseo compartirles la vida y la obra de Marthe Robbin, (Francesa, fundadora de  los Foyers de Charité). Vivió 50 años de su existencia recibiendo únicamente el cuerpo de Nuestro Señor, la Eucaristía. Aparte de la oración y una profunda unión con Dios, no se alimentó absolutamente de nada más.

De esta manera creó esta maravillosa obra por todo el mundo: Los Foyers de Charité, que son Centros de Vida Cristiana, casas de retiros espirituales, formados por comunidades de laicos, hombres y mujeres, casados y solteros, consagrados al servicio de Dios, de por vida, dirigidos por un sacerdote, “el Padre” del Foyer (que puede ser diocesano o religioso) dedicado también en forma permanente y definitiva al servicio del Foyer.

La espiritualidad de los Foyers está profundamente centrada en el Misterio de la Eucaristía, en la Adoración. Y en el misterio de la Maternidad de María, Madre de la Iglesia. Esta experiencia de Marthe Robbin es de gran impacto para mi vida. Es donde puedo ratificar la grandeza de la Eucaristía y no solo por la presencia real del Señor y su sacrificio, también por el mismo Sacramento. Un Sacramento es un signo sensible, instituido por Jesús, que da la Gracia al alma. Y la Gracia (tema del anterior blog) es un Don maravilloso de Dios que hace brillar nuestra alma con la luz del Todopoderoso.

Cuando recibimos el cuerpo y la sangre de Nuestro señor, recibimos también su alma, su espíritu, su divinidad, la grandeza de su Amor. “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él”. (San Juan Cap. 6. Vers. 56).

Cuántas cosas no pasan en la celebración de la Santa Eucaristía cuando se vive a conciencia…es como asistir a la más grande de todas las celebraciones. Es una manifestación sublime del amor de Dios hacia nosotros. Debemos disponer el corazón, los sentidos, contar con el tiempo suficiente y entender que es un hermoso regalo que nos da el Señor. Los más beneficiados somos nosotros mismos: alimentamos nuestra alma, nuestro cuerpo, nuestro espíritu. Podemos escuchar a Dios a través del Evangelio, de la Homilía. Ver el ejemplo de Jesús y sus enseñanzas. Y lo más importante: guardarlo en nuestro corazón y practicarlo en la vida diaria.

Quiero terminar esta reflexión sobre la Santa Eucaristía con un aparte del Catecismo de la Iglesia Católica sobre este tema: “Nuestro Salvador, en la última cena, instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por lo siglos, hasta que vuelva, el sacrificio de la cruz y confiar así a su esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y su resurrección. Sacramento de piedad, signo de unidad, vinculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura”(cap. 1323-1409).

Yo me pregunto: ¿si alimentamos nuestro cuerpo diariamente para estar vivos y fuertes, por qué dejamos de alimentar el alma diariamente si sabemos que es eterna? ¡Eucaristía, alimento para el alma!





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