martes, 3 de septiembre de 2013


DAME EL MÁS GRANDE DE TUS TESOROS: ¡ TÚ SABIDURIA!


 En la reflexión anterior sobre el orgullo y la soberbia, me encontré después con una frase hermosa: “El Señor se derrite, se enamora del humilde, pero se resiste al soberbio”. Y luego, lo confirmé en la Sagrada Escritura “Mientras más grande seas, más debes humillarte; así obtendrás la benevolencia del Señor. Porque si hay alguien realmente poderoso, ése es el Señor, y los humildes son los que lo honran”. (Eclesiástico, Siracides 3 Vs17-20). Podría detenerme y escribir mucho sobre el tema; vanidad de vanidades, no vivamos de la vanidad de este mundo; lo material, los títulos, el dinero, la fama, no nos hacen más que los otros.Tampoco nos llevamos esto colgado a nuestra espalda cuando llega la muerte, nos vamos como venimos a este mundo, sin nada. Ante Nuestro Señor, todos somos iguales.
Somos seres dependientes, es verdad, pero de alguien superior, necesitamos la sabiduría de Dios, y ésta solo se obtiene, cuando realmente le entregamos nuestro corazón al todo poderoso. Hace algunos años empecé a leer sobre la sabiduría divina, pero sólo hasta que viví una experiencia fuerte en mi vida, donde me quitaron todas mis seguridades, logré comprobar lo que significaba. En ese entonces, a través de una gran decepción y un profundo dolor, sentí  la soledad y la oscuridad de la naturaleza humana. Pude levantarme sólo porque encontré a Nuestro Señor frente a frente, cara a cara, de corazón a corazón y en un lugar muy especial; en un templo, en la adoración al Santísimo Sacramento (Jesús consagrado en la Eucaristía). Y, allí, le clamé a gritos que me diera sabiduría para entender, para comprender lo que estaba viviendo, para asimilar su plan en mi vida, le pedí que me diera fuerza y razones para poder levantarme. Poco a poco, con perseverancia, paciencia, oración, fe, humildad y un corazón contrito, él me respondió.
No voy a decir que es fácil, ni que todos debemos sufrir para poder obtener la sabiduría divina, claro que no, sólo es necesario entender lo que significa seguir el camino del Señor. Debemos despojarnos de todo lo que nos ata, del pecado, porque quien no ha pecado?. También, es importante, dejar de hacer nuestra voluntad. Muchas veces decimos y nos sentimos los más piadosos, los más íntegros, pero por ninguna razón permitimos que Dios se interponga en nuestras vidas, en nuestras decisiones, en nuestro actuar. Queremos evadir la realidad y  acomodar las situaciones a nuestro parecer, creyendo que es la verdad absoluta, para justificar nuestras faltas, nuestros errores. Tenemos ojos ciegos y oídos sordos a lo que nos dice el Señor a través de las escrituras, en la eucaristía, en la fidelidad de los sacramentos, o en muchas partes. Casi siempre, razonamos con la sabiduría humana.
Comprendí, que cuando profesamos una fe, en mi caso la fe católica, debemos  “Obedecer a Dios”, en todo sentido, obedecerlo en sus designios, en su palabra, en su doctrina y es fundamental además, ser coherentes con esa obediencia en todos los aspectos de nuestra vida. No olvidemos que la sabiduría es un don, es una luz que se recibe de lo alto, es la raíz de un conocimiento nuevo, un conocimiento impregnado por la caridad, gracias al cual el alma adquiere  familiaridad, por así decirlo, con las cosas divinas.Se debe pedir entonces la sabiduría al Señor, si se la pedimos, él nos la dará. Pero, no olvidemos algo muy importante, tener un corazón dispuesto, un corazón limpio, para poder "recibirla".
 
¿Deseas la sabiduría? Cumple los mandamientos y el Señor te la concederá generosamente. Pues el temor del Señor es sabiduría y doctrina, lo que le agrada es la fidelidad y la dulzura. No te apartes del temor del Señor, acércate a él con un corazón íntegro. (Eclesiástico, Siracides 1 Vs26-28).   
 
   

1 comentario:

  1. Danos de tu sabiduría Señor para conocerte realmente, sobrepasar la frontera de nuestros propios raciocinios y comprender sus designios para que podamos ver con claridad su Santa Voluntad en nuestras vidas y vivir sumergidos en su amor que nos levanta, nos eleva, nos inunda y nos hace verdaderamente felices al lado de su divino corazón. Se Señor que no merezco nada de Tí, pero te necesito tanto!

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