“EL SEÑOR ES MI PASTOR NADA ME FALTA…”
“En verdes praderas Él me
hace reposar. A las aguas de descanso me conduce y reconforta mi alma. Por el
camino del bueno me dirige, por amor de su nombre. Aunque pase por quebradas
oscuras, no temo ningún mal, porque tú estás conmigo con tu vara y tú bastón, y
al verlas voy sin miedo”. (Salmo 23, vers. 1-4).
Llegó la época de Navidad
y todo lo que trae alrededor. Escuchaba a mis compañeros de trabajo en estos
días y muchos opinaban que era un momento de tomar decisiones, de cambios en la
vida, de realizar una evaluación pormenorizada en todos los aspectos. Otra
persona decía: “Sí, es una buena oportunidad para planear si hago un master o
no el otro año, si finalmente cambio el
carro”. Uno más acotaba: “O en mi caso, creo que ahora si me casaré con mi
novia”. En fin, eran estas y otras
tantas ideas las que se cruzaban entre sí.
Solo escuché y en un momento
de silencio me pregunté: ¿y tú qué vas a hacer? ¿Qué vas a cambiar? Y me
respondí: yo no voy a cambiar nada porque el único que puede cambiarme es Dios.
Él es el dueño de todo, de nuestra vida totalmente, de nuestros deseos, de
nuestros planes, sueños y anhelos. Por
ejemplo, si añoramos cambiar de trabajo, lo primero que debemos hacer es
decirle nuestras razones, hablar con Él y sobre todo escucharlo. Y en segundo
lugar, debemos iniciar nuestra búsqueda
haciendo lo que debemos hacer para este fin como personas.
O, si iniciamos una nueva
empresa o un negocio, debemos colocar a
Dios en primer lugar, ofrecerle cada detalle, cada anhelo, cada sacrificio,
cada inversión y también colocar nuestro talento para lograrlo. De esta forma
las cosas adquieren una mirada, un manejo y un desarrollo diferente. Pero
generalmente hacemos todo lo contrario. Tomamos grandes decisiones solo con la
razón humana. Y Dios queda siempre en
último lugar, si es que nos acordamos que existe.
No comprendo por qué nos
cuesta tanto vivir el día a día siendo conscientes de que hay un Ser Superior
por encima de nosotros. Que nuestra misión es compartir la vida con ese Ser que
nos creó. ¿Por qué acomodamos las cosas a nuestro gusto y al gusto del mundo
que nos dice que todo es permitido, que estamos en otro siglo y que debemos
evolucionar? Ah, y que lo más “importante”
es conseguir la felicidad para uno primero sin que nos importe el sufrimiento
de nuestro prójimo.
No comprendo cómo podemos vivir así. Sin
reconocer a un Dios. O lo que es peor, cómo podemos vivir sin Dios.
Luego de todas estas reflexiones
empecé a planear mi Navidad. Y, lo primero que le dije al Señor fue lo
siguiente: Mi Dios, mi Rey de Reyes, lo que más añora mi corazón es tenerte más
cerca. Deseo también tener más tiempo para visitarte, para contemplarte, para
hablarte, para escucharte. Para recibir tu Cuerpo y tu Sangre, en lo posible
todos los días de mi vida. Quiero más tiempo para revisar mi interior. Deseo
poder examinar mi corazón y saber cómo va esa limpieza, esa purificación, cómo
se van sanando esas heridas, esos apegos, en qué debo esforzarme más para
cambiar. ¿Qué más debo hacer?
A quién le debo una disculpa, una palabra de
perdón, un abrazo, una mirada diferente, una bendición. Por quién más debo
orar, por quién más debo ofrecer el Santo Rosario, qué más debo hacer para
acercarme un poquito a Ti y a la amada Madre
del Cielo, la Virgen María. Quiero Señor
poder palparte en esta Navidad, en esta nueva llegada tuya, poderte
admirar, pero sobre todo poder amarte y aprender a amar con tu infinito y gran
Amor, el amor Ágape.
Tengo por estos días en
mis manos un gran tesoro, el libro de “Penitencia por Amor”, escrito por una
mujer maravillosa, instrumento del Señor, gran obra de sanación interior, de
perdón, misericordia y reparación de nuestra vida y de los seres que amamos. De
nuestra familia, esposo(a), hijos, abuelos, y todo el árbol genealógico, si así
lo queremos. Lo cargo y lo sigo al pie de la letra, porque es otra intención de
Navidad para mi hogar. Es otro regalo para mi familia.
Tengo más planes para esta
época hermosa: visitar el confesionario y hablar con mi Sacerdote, con el guía
espiritual que me dio el Señor. Confesión: que hermoso y gran regalo para
nosotros mismos, para nuestra alma, para nuestro cuerpo, para nuestro espíritu.
En este punto, algunos
pensarán y ¿los regalos materiales? Claro que sí, estos también están en la
lista. Primero que todo compramos algunos regalos para los niños de una
fundación y que sabemos les gustará recibir un juguete. Mi hijo los escogió y pudo pensar primero en
estos niños que en él mismo. Gran satisfacción cuando uno puede dar de sí algo,
pequeño o grande no interesa. Lo importante es darse a los demás.
¿Qué más sigue en la lista
de preparativos de esta Navidad?: esperar al Señor, lo que llamamos época de Adviento.
El tiempo de Adviento tiene una triple finalidad: RECORDAR EL PASADO:
celebrar y contemplar el nacimiento de Jesús en Belén. Esta fue su venida en
carne, lleno de humildad y pobreza. Vino como uno de nosotros, hombre entre
hombres. VIVIR EL PRESENTE: se trata de vivir en el presente de nuestra
vida diaria la "presencia de Jesucristo" en nosotros y, por nosotros,
en el mundo. Vivir siempre vigilantes, caminando.
PREPARAR EL FUTURO: se trata de prepararnos para la “Parusia” o
segunda venida de Jesucristo en la "Majestad de su gloria”. Ese día Separará
la cizaña del trigo.
“Entonces vendrá como
Señor y como Juez de todas las Naciones,
y premiará con el cielo a los que han creído en Él; vivido como hijos
fieles del Padre y hermanos buenos de los demás. Esperamos su venida gloriosa
que nos traerá la salvación y la vida eterna sin sufrimientos.
La mesa has preparado para
mí frente a mis adversarios, con aceites perfumas mi cabeza y rellenas mi copa.
Irán conmigo la dicha y tu favor, mientras dure mi vida, mi mansión será la casa
del Señor por largos, largos días”. (Salmo 23 ver. 5 y 6).
Mi mejor regalo de Navidad es tenerte Señor,
haberte encontrado y haber respondido a tu llamado…
¡FELIZ NAVIDAD ¡
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