martes, 9 de diciembre de 2014


“EL SEÑOR ES MI PASTOR NADA ME FALTA…”

 
“En verdes praderas Él me hace reposar. A las aguas de descanso me conduce y reconforta mi alma. Por el camino del bueno me dirige, por amor de su nombre. Aunque pase por quebradas oscuras, no temo ningún mal, porque tú estás conmigo con tu vara y tú bastón, y al verlas voy sin miedo”. (Salmo 23, vers. 1-4).

Llegó la época de Navidad y todo lo que trae alrededor. Escuchaba a mis compañeros de trabajo en estos días y muchos opinaban que era un momento de tomar decisiones, de cambios en la vida, de realizar una evaluación pormenorizada en todos los aspectos. Otra persona decía: “Sí, es una buena oportunidad para planear si hago un master o no el otro año, si finalmente  cambio el carro”. Uno más acotaba: “O en mi caso, creo que ahora si me casaré con mi novia”.  En fin, eran estas y otras tantas ideas las que se cruzaban entre sí.

Solo escuché y en un momento de silencio me pregunté: ¿y tú qué vas a hacer? ¿Qué vas a cambiar? Y me respondí: yo no voy a cambiar nada porque el único que puede cambiarme es Dios. Él es el dueño de todo, de nuestra vida totalmente, de nuestros deseos, de nuestros planes, sueños y anhelos.  Por ejemplo, si añoramos cambiar de trabajo, lo primero que debemos hacer es decirle nuestras razones, hablar con Él y sobre todo escucharlo. Y en segundo lugar, debemos  iniciar nuestra búsqueda haciendo lo que debemos hacer para este fin como personas.

O, si iniciamos una nueva empresa o un negocio, debemos colocar  a Dios en primer lugar, ofrecerle cada detalle, cada anhelo, cada sacrificio, cada inversión y también colocar nuestro talento para lograrlo. De esta forma las cosas adquieren una mirada, un manejo y un desarrollo diferente. Pero generalmente hacemos todo lo contrario. Tomamos grandes decisiones solo con la razón humana. Y  Dios queda siempre en último lugar, si es que nos acordamos que  existe.

No comprendo por qué nos cuesta tanto vivir el día a día siendo conscientes de que hay un Ser Superior por encima de nosotros. Que nuestra misión es compartir la vida con ese Ser que nos creó. ¿Por qué acomodamos las cosas a nuestro gusto y al gusto del mundo que nos dice que todo es permitido, que estamos en otro siglo y que debemos evolucionar?  Ah, y que lo más “importante” es conseguir la felicidad para uno primero sin que nos importe el sufrimiento de nuestro prójimo.

No comprendo cómo podemos vivir así. Sin reconocer a un Dios. O lo que es peor, cómo podemos vivir sin Dios.

Luego de todas estas reflexiones empecé a planear mi Navidad. Y, lo primero que le dije al Señor fue lo siguiente: Mi Dios, mi Rey de Reyes, lo que más añora mi corazón es tenerte más cerca. Deseo también tener más tiempo para visitarte, para contemplarte, para hablarte, para escucharte. Para recibir tu Cuerpo y tu Sangre, en lo posible todos los días de mi vida. Quiero más tiempo para revisar mi interior. Deseo poder examinar mi corazón y saber cómo va esa limpieza, esa purificación, cómo se van sanando esas heridas, esos apegos, en qué debo esforzarme más para cambiar. ¿Qué más debo hacer?

 A quién le debo una disculpa, una palabra de perdón, un abrazo, una mirada diferente, una bendición. Por quién más debo orar, por quién más debo ofrecer el Santo Rosario, qué más debo hacer para acercarme un poquito  a Ti y a la amada Madre del Cielo, la Virgen María. Quiero Señor  poder palparte en esta Navidad, en esta nueva llegada tuya, poderte admirar, pero sobre todo poder amarte y aprender a amar con tu infinito y gran Amor, el amor Ágape.

Tengo por estos días en mis manos un gran tesoro, el libro de “Penitencia por Amor”, escrito por una mujer maravillosa, instrumento del Señor, gran obra de sanación interior, de perdón, misericordia y reparación de nuestra vida y de los seres que amamos. De nuestra familia, esposo(a), hijos, abuelos, y todo el árbol genealógico, si así lo queremos. Lo cargo y lo sigo al pie de la letra, porque es otra intención de Navidad para mi hogar. Es otro regalo para mi familia.

Tengo más planes para esta época hermosa: visitar el confesionario y hablar con mi Sacerdote, con el guía espiritual que me dio el Señor. Confesión: que hermoso y gran regalo para nosotros mismos, para nuestra alma, para nuestro cuerpo, para nuestro espíritu.

En este punto, algunos pensarán y ¿los regalos  materiales?  Claro que sí, estos también están en la lista. Primero que todo compramos algunos regalos para los niños de una fundación y que sabemos les gustará recibir un juguete.  Mi hijo los escogió y pudo pensar primero en estos niños que en él mismo. Gran satisfacción cuando uno puede dar de sí algo, pequeño o grande no interesa. Lo importante es darse a los demás.

¿Qué más sigue en la lista de preparativos de esta Navidad?: esperar al Señor, lo que llamamos época de Adviento. El tiempo de Adviento tiene una triple finalidad: RECORDAR EL PASADO: celebrar y contemplar el nacimiento de Jesús en Belén. Esta fue su venida en carne, lleno de humildad y pobreza. Vino como uno de nosotros, hombre entre hombres. VIVIR EL PRESENTE: se trata de vivir en el presente de nuestra vida diaria la "presencia de Jesucristo" en nosotros y, por nosotros, en el mundo. Vivir siempre vigilantes, caminando.

PREPARAR EL FUTURO: se trata de prepararnos para la “Parusia” o segunda venida de Jesucristo en la "Majestad de su gloria”. Ese día Separará la cizaña del trigo.

“Entonces vendrá como Señor y como Juez de todas las Naciones,  y premiará con el cielo a los que han creído en Él; vivido como hijos fieles del Padre y hermanos buenos de los demás. Esperamos su venida gloriosa que nos traerá la salvación y la vida eterna sin sufrimientos.

La mesa has preparado para mí frente a mis adversarios, con aceites perfumas mi cabeza y rellenas mi copa. Irán conmigo la dicha y tu favor, mientras dure mi vida, mi mansión será la casa del Señor por largos, largos días”. (Salmo 23 ver. 5 y 6).

Mi mejor regalo de Navidad es tenerte Señor, haberte encontrado y haber respondido a tu llamado…

¡FELIZ NAVIDAD ¡

 

 

 

 

 

 

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