¡HÁBLAME
SEÑOR…QUE TÚ SIERVO ESCUCHA!
Cuando toqué el tema de la tibieza del corazón, varios lectores me pidieron decir algo más.. Y yo pensaba,¿ por qué nos inquieta tanto?. Es muy fuerte en la vida espiritual este término, y me atrevería a decir que en cualquier circunstancia de la vida, actuar con tibieza, es definitivamente actuar de manera mediocre. Y, es que es muy fácil llegar a ese estado, es más, lo podemos estar viviendo y ni siquiera nos damos cuenta que lo llevamos en nuestra cotidianidad.
En algún tiempo de mi vida,
la Fe, la acomodé a mi manera; pensaba y actuaba respecto a mi compromiso como
católica, a mi conveniencia. Me explico, iba a la Santa Eucaristía si me
alcanzaba el tiempo, aquello de la confesión, “yo no mataba ni robaba a nadie”
entonces para que confesarme, y con frecuencia, sí que menos, no había
necesidad. Yo tenía a mi Dios, y hablaba con él a mi estilo. No necesitaba tampoco de intermediarios, por ejemplo, aquello de
rezar el Santo Rosario, lo dejaba para las señoras, que no tenían nada que hacer.
Ir a un retiro espiritual, que pereza, eso no era para mí, pues yo me las sabía
todas, y eso significaba una perdedera de tiempo
y dinero. Y así sucesivamente…
Además, que significado tenía crecer
espiritualmente, si Dios me amaba mucho; pues lo tenía todo; una familia,
trabajo, salud,¿ para qué entonces desacomodarme?. Recuerdo que mi esposo
afirmaba cuando reflexionábamos sobre el tema: “a veces nuestra Fe la utilizamos
como cuando vamos a hacer mercado; pues buscamos lo que más se acomoda a nuestro gusto, a
nuestro presupuesto y lo que puede cubrir nuestras necesidades”. Mejor dicho,
teníamos una Fe de ¡supermercado!.
Dios se manifiesta en nuestras
vidas, todos los días, está allí en cada
momento para liberarnos de todo lo que guarda nuestro corazón, de nuestros
pecados, miserias, apegos, envidias, rencor, dolor, preocupaciones y demás, pero debemos dejarlo actuar; abrirle la
puerta, escucharlo y dedicarle tiempo. “Oh Dios, tú eres mi Dios, a ti te busco,
mi alma tiene sed de ti; en pos de ti mi carne languidece, cual tierra seca,
sedienta, sin agua. Salmo 63 (62).
Tener tiempo para Dios, dedicarle tiempo al ¡Señor!; suena muy bonito pero ¿A qué horas? tenemos una rutina fuerte, trabajamos todo el día, estudiamos, viajamos, vamos al gimnasio, tenemos una vida familiar y social, y entonces... y entonces, Dios nos dice a través de las Sagradas Escrituras….Pero el Señor le respondió; “Marta, Marta, tú andas preocupada y te pierdes en mil cosas: una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada”. (Lucas 10 Ver. 38-42).
Quién es Dios para ti?,
tienes tiempo para él, para escuharlo?
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